La acción de Dios produce un disturbio—un alboroto. La gente se hace ansiosa y curiosa. Quieren respuestas definitivas. Quieren ver la lógica y las causas, no el misterio y la fe. Beverly Gaventa lo dice así: “Queremos que el Espíritu Santo sea como el café del avión, débil pero constante, dado en cantidades pequeñas.” “En el aire libre, la gente preguntará, se burlará, e insistirá en una respuesta.” “Porque el Espíritu Santo siempre tiene un carácter rebelde.” La historia de Pentecostés no es aguada, ni es el café débil del avión. La historia de Pentecostés que tenemos aquí nos asombra y casi no se puede imaginar. El viento, si lo podemos imaginar. No hay problema. Aun quizás hemos experimentado a Dios así en nuestras vidas. Escuchamos a Dios por la brisa en el bosque, o por las tormentas. Y después, vemos al Espíritu como si fuera fuego, llamas sobre cada persona. Aquí empieza a ser medio dudable. ¿Llamitas? ¿Sobre cada uno? No manches. Quizás estaban borrachos. O quizás estaban soñando. Solo imaginaron estas llamas, ¿verdad? No ocurrieron en actualidad. Nuestra naturaleza dudosa agarra nuestro ser. Y después los escuchamos hablando para que todos escucharan en su propio idioma. Todos entendieron las palabras de los discípulos esta noche. Mmmm. Esto es demasiado para nosotros. ¿Quieres decir que los discípulos que hablaban el griego de repente podían hablar las lenguas de los que no hablaban el griego y que habían venido de todas partes? ¿De repente podían? ¿Sin clase? ¿Sin lecciones? ¿Solo una llamita sobre su cabeza y los discípulos de momento eran bilingües? Muy rápido la historia de Pentecostés se convirtió de una historia sencilla y suave sobre Dios en el viento a llamitas y poder bilingüe instante. En si mismo, esto es mas allá de la comprensión. Y si creer en esto no es creencia de fe, no se lo que sería.
Así que Pentecostés no es una historia lindita sobre los nuevos creyentes—es una historia que prueba el poder de Dios y las realidades de fe. El Pentecostés epitoma el carácter ilógico e indescriptible de Dios. Estrecha los limites del razón. Quizás diríamos que el Pentecostés rompe los límites del razón. Para creer necesitamos la fe. Tenemos que confiar en la grandeza de Dios. Tenemos que creer que Dios sí puede hacer milagros, Dios sí puede convertir a miles en un solo día. Dios si puede dar el poder de lenguas a 12 judíos que hablaban el griego por el bien del evangelio. La fe en si misma nos permita saber, sin duda, que Dios puede hacer estas cosas. Si requerimos evidencia racional, nos quedamos detrás. La vida cristiana prueba vez tras vez que nuestra vida en Cristo no tiene que ver con la lógica, tiene que ver con la fe. Es por la fe que creemos en el nacimiento de la virgen María; es por la fe que explicamos la naturaleza de Jesús—la combinación del divino y el humano en uno. Por la fe aceptamos y regocijamos en los milagros. Por la fe oramos y creemos que Dios sí sanará y cambiará nuestras vidas. Las acciones de Dios rompen los límites de la lógica y por la fe en Dios, podemos ver las maravillas de un Dios que nos ha escogido a nosotros, que nos ha amado, que nos ha guiado, que se ha sacrificado para nosotros, dando su propia vida en Cristo para nosotros, y que se ha resucitado para nosotros. Las acciones de Dios no son fácil de negar. Son irracionales, son sin límites, son maravillosas, y son confusas.
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