Sunday, May 27, 2007

Respuesta a la accion de Dios

Las acciones de Dios en nuestro mundo rompen los limites del razón y nos hacen creen con nuestros corazones, nuestra fe. Y, parte de nuestra respuesta a las acciones de Dios en nuestras vidas es responder de tal manera. Nuestro discipulado cristiano nos ruega comportarnos como Dios. Somos llamados a hacer las cosas tan inexplicables como Dios los hace. Quizás me dirán, “Bueno, Pastora, no voy a bautizar a nadie con fuego ni darles el don de lenguas en un solo momento. ¿Cómo voy hacer las cosas tan inexplicables como Dios las hace?” ¡Que bueno que me preguntaron esto! Los elementos a la vida cristiana quizás parecen normales o cotidianos a nosotros después de una vida en la iglesia, o porque “son así” en la iglesia, y como nuevos miembros no preguntamos nada, pero para los que son fuera de la iglesia, las cosas que hacemos son raras. Orando por milagros de sanidad cuando los médicos dicen que no hay esperanza. Hay muchos que han dicho que este tipo de acción de fe es supersticioso, emocional, y falta razón. Tomando el pan y el vino—el cuerpo y la sangre de Cristo—para ser sanados de nuestros pecados y dados vida nueva—no es exactamente normal por una cultura que predica acción centrado en el individual por su propio éxito. Dando la bienvenida a los rechazados, marginalizados, y olvidados. Dando comida, albergue, y hogar a los que han sido ignorados por sus familias, denunciados por la sociedad, y odiados por los demás. No solo les ofrecemos hospitalidad cuando vengan, pero aun salimos a buscarlos para que conozcan al amor de Cristo. Hacemos cosas raras. Somos llamados a vivir lo ilógico, lo perplejo, lo maravilloso. Somos llamados a ayudar al pedofilio, a el que mata, y a el que viola. Somos llamados a ofrecer una segunda oportunidad a todos, aun una tercera o cuarta. Somos llamados a seguir dando, aun y especialmente a los que “no lo merecen.” El mundo nos mira y se ríe—somos tontos, estamos tirando nuestro dinero y tiempo a la basura para un mundo que “nunca cambiará”. Persistimos con ideas de paz, inclusión, y justicia en tiempos de guerra, rechazo, e injusticia. Persistimos con esperanza—la respuesta irracional en un mundo afligido por enfermedades, dolor, desastres, y desorden. Persistimos con el Espíritu de Dios—un espíritu que rompe los límites del razón y que nos invita al reino de esperanza. Persistimos con el Pentecostés, donde todos pueden escuchar el mensaje de Dios en su propia lengua. Persistimos en compartir el evangelio donde ha sido escuchado e ignorado, escuchado e ignorado. Persistimos en compartir comida con los que no tienen esperando que les llenará el estomago y les sanará su alma. Persistimos en dar la bienvenida, hospitalidad, hogar, y esperanza a un mundo quebrado por el pecado—todo por la incomprensibilidad de Dios. Porque si queremos de verdad que el mundo sea sanado—que haya paz, justicia, amor, gozo, inclusión, y un futuro para todos los criaturas de Dios—Dios tiene que romper los limites del razón, tiene que hacer lo que no se puede creer y transformar cada uno de nosotros. Dios tiene que bautizarnos con fuego para que quememos con las buenas noticias, quememos con gozo, quememos con un mensaje que está saltando de nuestras bocas. Dios tiene que transformarnos miles a la vez, tiene que hacer lo que no se puede imaginar, porque si no, podemos confundir las acciones de Dios por las nuestras. La incomprensibilidad de Dios nos hace recordar que es Dios actuando, y nosotros no, que Dios está hablando, moviendo, cambiando, y nosotros no. Solamente cuando las cosas son mas allá de lo lógico y racional, solamente cuando Dios puede ser la única respuesta sabemos, sin duda, que ha sido un momento de Pentecostés. Ha habido un momento de Dios—Dios ha actuado otra vez, inexplicable y sin duda. Dios rompió los limites—Dios probó que el misterio es maravilloso y perplejo. Dios unge con fuego, nos da dones extraordinarias y nos llama al mundo para servir como sus manos, pies, boca, y voz para que todos vean, escuchen, y crean. Amen.

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